Después de salir de la exposición de Esther Ferrer, me he acercado al Palacio de Cristal para visitar Palimpsesto, de Doris Salcedo.
Se llama Palimpsesto al manuscrito en el que se ha eliminado un escrito anterior para usar de nuevo el mismo soporte. Sombrío símbolo de repetición, huella y desplante con el que se presenta este trabajo.

Este es un proyecto de alguna manera escultórico. Desde luego el gris de piedra, el hierro y el cristal tienen un papel vital como materiales en la impresionante atmósfera que crea la obra, pero su razón de ser indudablemente son el espacio y la metáfora.
Bajo el techo transparente del Palacio, en el espacio amplio y diáfano brotan gotas de agua del suelo que 'escriben' los nombres de personas ahogadas en el mar Mediterráneo intentando llegar a Europa huyendo de la guerra. Toda la obra inspira una sensación extraña, como de fragilidad, pero elevada y noble de alguna manera. Ver como las gotas lentamente aparecen temblando en el suelo, sobre las huellas de las anteriores, para dibujar un nombre anónimo pero móvil sobre brillante en piedra gris es simplemente emocionante.

La obra es fruto del duelo, pensada como una marcha fúnebre que quiere enfrentarnos al dolor de manera poética y casi abstracta. Doris Salcedo ya ha tomado este camino en otras ocasiones. Suele usar objetos de valor simbólico, como muebles, y grandes estancias para retratar emergencias sociales. Crea un espacio extraño y con algo casi religioso diría yo, inquietante y a la vez sereno como un cementerio.
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