El instituto Cervantes alberga una exposición que reúne a varios artistas en torno al tema del alma. He aprovechado la visita de una amiga para ir. Nos hemos encontrado una colección interesantísima, con obras y formatos muy distintos entre ellos.
A poco de la puerta vemos unos interesantísimos óleos pàlidos y desvanecidos, con un toque naif y escenas algo inquietantes, tal vez porque evocan una acción fuera del cuadro, como por ejemplo, un retrato de las hijas del zar. Estos lienzos pertenecen a la pintora asturiana Chechu Álava. La pintura se ha aplicado en capas tan sumamente finas que parece que la escena se observe a través del lienzo, porque al acercarse se distingue perfectamente la textura del aparejo y la palidez y neblina de los cuadros crean una 'barrera': las imágenes parecen extraídas de recuerdos, que el tiempo ha manipulado, llenándolas de pequeñas exageraciones y detalles extraños.


Las esculturas de Yolanda Tabanera también me atrajeron. La artista crea personajes de formas y límites imprecisos con cristal, tela, escayola y otros materiales. Son esculturas que podrían pasar por simples objetos decorativos o artesanías antiguas e incluso objetos tribales y de hecho, algunas lo intentan. Para la autora, las propias cualidades del material son muy importantes. Le gusta mezclarlos y crear relaciones sorprendentes entre ellos. La forma, la figura se introducen muy suavemente, haciendo que no nos la encontremos a primera vista.


Sin duda la obra más imponente son las dos reproducciones de la Piedad de Miguel Àngel, una exenta en el centro de la sala y otra colgando invertida desde el techo, justo encima de la otra. La de abajo blanca pintada con un patrón rojo y ondulante y la superior gris con un puntos grises cubriéndola de arriba a abajo. Desde luego, es un reclamo fuerte pero para mí, algo exagerado.
La artista que mas me interesó fue María Bueno. Toda su obra tiene una voz infantil e ingenua, muy íntima, me recuerda a los dibujos de García Lorca. Pero con ella se adentra en temáticas realmente imponentes y abstractas y mantiene un tono de ensueño casi surrealista. Los giros que hace de los motivos son sorprendentes e imprevisibles y las obras tienen una sensibilidad que puede llegar a ser, paradójicamente, intimidante. Son todas casi laberínticas, siguiendo las imágenes rigurosamente casi se puede leer el proceso, el hilo de ideas detrás de los trazos, sobretodo en las pinturas. Usa muchos motivos que recuerdan a la maternidad (una escultura preciosa está dedicada solo a este tema) como las camas, los juguetes, el barro, y la presencia de rosas y carnes también crean una atmósfera cálida, pero extraña. Un trabajo en papel que imitaba un camisón y un bordado fueron de mis favoritos. Llevaba algún tiempo sin encontrar obras con tanta carga personal.

Me interesó la temática de la exposición: no puede tratarse directamente y lo encontramos en la ausencia. Se intuye en un hilo conductor entre las obras, hay algo que solo sé que efectivamente es, y que es mudo.